1171 - Lamentaciones 1. La desolación de Jerusalén. Lm 1:8
Descansando en Dios - A podcast by Francisco Atencio
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1171 – Lm 1:8 – Lamentaciones 1. La desolación de Jerusalén.Pecado cometió Jerusalén, por lo cual ella ha sido removida; todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza; y ella suspira, y se vuelve atrás.El primer poema fúnebre (endecha, lamento) de Jeremías establece el tema del libro de la tristeza por el pecado. En Lamentaciones 1 se destaca cinco veces que el clamor de Jerusalén pidiendo ayuda después de su caída no recibió respuesta—“no tiene quien la consuele” (Lm 1:2, 9, 16-17, 21). La ciudad se había salido de las manos protectoras de su Dios y había ido en pos de alianzas con extranjeros y de ídolos sin vida; y ahora, cuando más necesitaba ayuda de otros, se encontraba sola, desamparada e indefensa. Jeremías describió el castigo de Jerusalén presentando dos cuadros de la ciudad. El primero es el de un observador externo que contemplaba las condiciones en que se encontraba (Lm 1:1-11). “Todo su pueblo buscó su pan suspirando; dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida.” (Lm 1:11). Es una apreciación de afuera hacia adentro. En el segundo cuadro, Jerusalén se personifica como pidiendo a aquellos que pasan cerca de ahí que observen su situación (Lm 1:12-22). Este cuadro es un análisis de adentro hacia afuera. “¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor.” (Lm 1:12).I. Lamento por la desolación de Jerusalén (Lm 1:1–11). “¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias ha sido hecha tributaria. Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas. No tiene quien la consuele de todos sus amantes; Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos.” (Lm 1:1-2). Jeremías describe la magnitud de la ruina de Jerusalén (Jer 1:1-7). Al contemplar el escenario de destrucción de la que antes había sido una ciudad pujante, Jeremías dio inicio a su lamento por la desolación. Jerusalén había experimentado un cambio catastrófico. Jeremías listó tres maneras en las que la ciudad se transformó. Primero, su población había quedado diezmada. La que una vez fuera una ciudad populosa ahora estaba desierta. Segundo, su posición económica había cambiado. Su estatus era parecido al de una viuda. (Miq 3:12; 4:10). Tercero, su posición social también cambió. La que una vez fue señora (“princesa”) había sido hecha tributaria (“esclava”). Ahora era obligada a servir a Babilonia. Además, Las calzadas y las puertas de Jerusalén habían sido el paso de muchos peregrinos que se reunían para adorar en las fiestas solemnes en el templo, habían quedado desiertas. (Lm 1:4; Jer 7). Jersualén no tenia quien la ayudara y consolara. Sus amigos, llamados amantes, se convirtieron en enemigos. Las vírgenes de Jerusalén estaban afligidas (Lm 1:4), sus hijos habían sido capturados (Lm 1:5) y sus líderes (príncipes) huyeron como ciervos delante de su perseguidor (Lm 1:6). Además, del sufrimiento físico, los moradores de Jerusalén también experimentaron angustia mental. “Jerusalén, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien la ayudase, se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos antiguos. La miraron los enemigos, y se burlaron de su caída.” (Lm 1:7).
